Aurelysmar P. Grimán de Collantes
INTRODUCCIÓN
Pautar un tratamiento farmacológico a una mujer embarazada, en edad reproductiva o durante la lactancia, representa un reto al que deben enfrentarse diariamente los médicos de familia. De igual forma, tomar la decisión de mantener o modificar el tratamiento farmacológico de una patología crónica en esta etapa, puede generar dudas por las consecuencias que éstos pueden tener tanto en el feto como en la madre.
Pretender que los médicos conozcan la seguridad en el embarazo de todos los fármacos y sus posibles efectos adversos, tanto para el feto como para la madre, es poco pertinente, principalmente porque la falta de evidencia científica, y la incapacidad de realizar ensayos clínicos en mujeres embarazadas, evita establecer la seguridad de muchos de ellos.
Es por ello que diversas comunidades y organizaciones científicas se han dedicado a establecer un sistema de clasificación que agrupe los fármacos disponibles en la actualidad según su seguridad o posibilidad de causar efectos adversos, todo ello basándose en la evidencia científica disponible, principalmente, estudios retrospectivos.
Según un estudio llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS), al rededor del 86% de las mujeres embarazadas consumen algún tipo de medicamento durante esta etapa. Otro estudio llevado a cabo en España demostró que esta cifra ascendía al 92,4%, especialmente en el primer trimestre.
Entre las condiciones y/o patologías más frecuentes en las mujeres embarazadas se encuentran las infecciones, especialmente las del tracto respiratorio y la vía genitourinaria, lo que explica porque los antimicrobianos se encuentran entre los fármacos más utilizados en ésta etapa. En concreto se considera que las infecciones del tracto genitourinario, incluyendo la bacteriuria asintomática, son las patologías agudas que requieren tratamiento farmacológico con mayor frecuencia en esta etapa.
Según algunos autores, alrededor del 3% de las anomalías congénitas en los recién nacidos (RN) se deben al uso de antibióticos y/u otros antimicrobianos durante el embarazo. Sin embargo, es necesario acotar que, en algunos casos, el riesgo de que el recién nacido desarrolle malformaciones o anomalías congénitas es mayor si la infección no es tratada de forma adecuada que por el uso de fármacos antimicrobianos per se. Es por ello que en cada paciente debemos valorar el riesgo-beneficio, explicar la situación de forma clara y asertiva y respetar la decisión de la pareja/paciente.
Al llevar a cabo la revisión bibliográfica, se pudo determinar que uno de los sistemas de clasificación que ha sido más utilizado y conocido hasta ahora es el sugerido por la Food and Drugs Administration (FDA), que categoriza cada fármaco en 5 grupos (A, B, C, D, y X) según los efectos que éstos causan en el feto4. Sin embargo, en las últimas décadas, se han sugerido nuevas clasificaciones, como las normas de etiquetado Pregnancy and Lactation Labeling Rule (PLLR), en las cuales se elimina la clasificación por letras del sistema anterior para incluir más información sobre cada fármaco, incluyendo el registro de exposiciones durante el embarazo, resumen de riesgos, consideraciones clínicas y datos científicos, así como los efectos en el puerperio y la lactancia.
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