Editorial Científica: La atención al dolor en la España de la COVID–19

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) ha nombrado a 2021 como el año internacional del dolor de espalda, por lo que anima a que tanto profesionales sanitarios como público general centren su atención en esta patología, con el fin de visibilizarla y afrontar los medios que tenemos para encontrarle alivio. Hoy sabemos que tanto el dolor de espalda como todas las otras variantes de dolor se han visto perjudicadas de manera ostensible por la mayor amenaza contra la
salud pública que ha vivido nuestra sociedad: el coronavirus
La infección provocada por el virus SARS–COV–2 fue identificada en diciembre de 2019 por un primer caso diagnosticado en la ciudad de Wuhan, en la República Popular China. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoció como pandemia el 11 de marzo de 2020. Desde entonces, la situación a nivel mundial ha cambiado por completo, tanto en referencia al empeoramiento de los pacientes como en un cambio del modelo asistencial que también los perjudica.
El dolor ha pasado de ser el primer síntoma de consulta presencial en Atención Primaria —con un infradiagnóstico marcado y una importante merma en la calidad de vida de los pacientes— a hundirse en el amplio mar de la consulta telemática —con un deterioro significativo en el seguimiento de los enfermos crónicos, una sobrecarga asistencial que dificulta el acceso de estos a la Sanidad Pública y una tendencia creciente a la automedicación—.
Efectivamente, no es que hayamos visto una disminución del síntoma, sino todo lo contrario, junto a una caída de la demanda provocada por la situación especial que hemos vivido. La mayoría de los pacientes ha continuado con su dolor en el domicilio e incluso con episodios más frecuentes e interferencias graves en su vida diaria, sin que tengan fácil el poder remediarlo. Con el coronavirus, los dolores crónicos no desaparecen, es más, la propia enfermedad COVID–19 cursa con dolores intensos que, en
ocasiones, pueden quedar como síntomas persistentes.
El confinamiento y el distanciamiento social son medidas que se demostraron valiosísimas para el control de la pandemia, pero afectaron directamente al manejo del control del dolor, agrandaron las listas de espera quirúrgicas, redujeron las hospitalizaciones y, en algunas patologías como las oncológicas, incluso aumentaron la mortalidad.
Además, el componente ansioso y el estrés influyen directamente en el dolor. Es aquí donde comienza un círculo vicioso en el cual el dolor crónico se exacerba por estos factores y viceversa. En esta época de incertidumbre, noticias catastróficas y tragedias continuadas, la ansiedad y la depresión han sido motivos habituales de consulta en Atención Primaria, lo que se relaciona de forma directa con el aumento de la percepción del dolor y una peor eficacia de los tratamientos.
Tras más de un año de múltiples cambios, es ahora cuando tenemos que trabajar con más ahínco. Urge implementar un modelo centrado en la persona, con una mayor prevención del dolor crónico, un acercamiento multidisciplinar, una mejor coordinación entre profesionales y un conocimiento más profundo de lo que estamos tratando. Con la recuperación de la asistencia, irán aumentando de nuevo las consultas, lo que debemos afrontar con la conciencia clara de que la situación no es buena, ni la de lospacientes ni la del propio sistema sanitario. De las decisiones que tomemos ahora, de la forma en que encaremos esta vuelta a la normalidad, dependerá que los problemas actuales de los pacientes con dolor se enquisten y se conviertan en una bola de nieve. La disyuntiva, y también la oportunidad,
están ahora mismo sobre la mesa.

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AGAMFEC é a Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria, federada da asociación nacional semFYC.

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